Hace justo un año abrí cuenta en twiter y aunque no me gusta hablar de mí, debo algo a muchos. Mi propósito inicial no era otro que el de difundir este blog.

Puesto que además del derecho penal y escribir, existe algo que me identifica y de lo cual me niego a prescindir, junto a mi profesión y el enlace a esta página, coloqué en el perfil mi afición al jazz.

En ambas cosas llevaba años formándome y anotando, pero de twiter no sabía nada. Lo que sí me seducía era la idea de compartir. Pronto comprobé que es esa la motivación de la mayoría de los profesionales y personas inquietas que poblamos esta red.

Como aficionado al jazz me gusta improvisar. Pero quizá a alguno que no conozca esta música se le escape que la improvisación, para que adquiera swing, necesita de unas reglas y, como casi todo lo que merece la pena en esta vida, de estudio y dedicación. Así que poco a poco procuré buscar activamente la comunicación con personas que comparten mis inquietudes.

En un principio me limitaba a insertar las entradas del blog, a subir música, a leer todo lo que podía y, en definitiva, a aprender de lo que me ofrecía la red. Ahora es raro el día que no entro en twiter y es eso. Se trata de dar y recibir. Ofrecer tiene su límite. Lo que recibes no tiene precio. Y no precisamente porque sea gratis.

Hoy puedo decir que me siento privilegiado por las personas que he conocido en twiter. A prácticamente ninguna la he visto en persona por ahora. A la mayoría seguramente no me las encontraré físicamente jamás. A determinadas, intentaré lo posible por hacerlo. Pero todas están ahí.

Gracias a todos por compartir, enseñarme y, sobre todo, por hacerme reír y sentir.

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